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14 / 08 / 2025

La directora de la Cátedra Unesco en Comunicación y Participación Ciudadana (UDP-Chile), ahonda sobre la publicación regional en que participó: “Voces desplazadas. Radiografía de exilio periodístico latinoamericano”, y reflexiona sobre el deber periodístico de mostrar la realidad, de “poner a disposición de las sociedades las verdades hasta donde nos es posible capturarlas y verificarlas y difundirlas”.

La profesora de la Escuela de Periodismo y directora de la Cátedra Unesco en Comunicación y Participación Ciudadana (UDP-Chile) es autora de numerosas publicaciones fruto de su labor como periodista de investigación, entre ellas, “El libro negro de la justicia chilena”, “Los archivos del cardenal, casos reales” y “Doña Lucía”. Recientemente, además, sumó el informe “Voces Desplazadas: Radiografía del exilio periodístico latinoamericano”, realizado en conjunto con representantes del Programa de Libertad de Expresión y Derecho a la Información (PROLEDI) de la Universidad de Costa Rica y Fundamedios, organización norteamericana, no gubernamental, de lucha por la libertad de expresión.

Asimismo, la académica -periodista de la Pontificia Universidad Católica, Máster en Administración Pública por la Harvard Kennedy School of Government y Máster en Bellas Artes, Escritura Creativa en Español, por New York University- se refiere al periodismo de investigación, su rol y desafíos en un contexto donde lo peor de la crisis del periodismo, a su juicio, se lo lleva, precisamente la investigación.

Usted ha desarrollado varias publicaciones que son fruto de la investigación periodística. ¿Cuál es su mirada de esta labor, del periodismo y la investigación?

La investigación es un aspecto central al periodismo en todos los géneros, pero lo que llamamos periodismo de investigación tiene que ver con difundir o buscar información de algo que alguien con poder no quiere que se sepa.

¿Cuáles considera son las principales dificultades de investigar en periodismo?

Cuando uno investiga algo que alguien con poder no quiere que se sepa, normalmente, uno no solo se tiene que hacer cargo de la investigación pura, sino también de los resultados y las consecuencias que puede tener o del intento del o los investigados de impedir que esa investigación salga a la luz. Entonces, requiere estrategias, requiere decisiones que son extra periodísticas y, por lo tanto, es un género difícil. Incluso, dependiendo de la temática o de la resistencia a esos resultados, esas dificultades pueden tener consecuencias vitales para las personas que las emprenden.

Cada vez hay menos equipos de periodistas y salas de redacción. Por lo tanto, este género ha quedado a la suerte de personas que quieran hacerlo, que quieran correr con los riesgos, o que estén en condiciones económicas de soportarlo, porque también hay que destinarles recursos, tiempo, energía, salud mental. En el caso chileno, hay un par de medios que lo hacen sistemáticamente, como CIPER y algún otro más. El resto de la investigación se hace de manera inorgánica, siguiendo las obsesiones o intereses de las personas que lo hacen. En un contexto de crisis del periodismo en general, el que más sufre es el periodismo de investigación, porque es el más difícil y caro de todos.

¿Qué rol cumplen las universidades y en particular la UDP, en el desarrollo de la investigación periodística?

Hay varios aspectos que cumplen las universidades. El concepto de universidad es pensar críticamente sobre las cosas que ocurren en la sociedad y, en las escuelas de periodismo, se tiene que pensar críticamente lo que ocurre con el ejercicio del periodismo. ¿Cuál es su ethos, su metodología? ¿Cuál es la manera ética de conducirse en el ejercicio del periodismo? ¿Están las condiciones para que eso ocurra? ¿Por qué no están? ¿Qué se puede hacer? Etcétera. Esa es una manera de abordar el problema y en esta Escuela eso se ha hecho de manera consistente a través del tiempo. Pero también hay otra manera, a través de la creación de medios, como Vergara 240, donde se hace periodismo, investigación, crónica, perfiles, entre otros, géneros que el mercado hoy no financia. Pero, no es suficiente. La sociedad necesita mucho más periodismo, mucho más consistente, mucho más variado que lo que pueda hacer cada universidad.

¿Cómo surgió la instancia de desarrollar una investigación periodística de una envergadura regional, como lo fue “Voces desplazadas”?

Este es un encargo de UNESCO, la Agencia de Naciones Unidas para la Educación y la Cultura, que tiene una línea histórica muy definida de investigación sobre la libertad de expresión. En ese contexto, decidieron encargarle a un equipo regional la investigación sobre el desplazamiento de periodistas en latinoamérica. Participaron PROLEDI, de la Universidad de Costa Rica, Fundamedios y nosotros (UDP, como Cátedra Unesco).

¿Cuáles fueron las particularidades de llevar a cabo esta investigación?

Fue un desafío súper bonito, porque, en general, el periodismo tiene un arraigo muy local, o sea, mientras uno más conoce su sistema, de mayor calidad va a ser el periodismo, porque también puede reportear con los matices, y aportar más en la información que uno entrega. Pero cuando es una investigación regional que abarca todos los países con distintas culturas, incluso con distintas lenguas, porque también investigamos lo que pasa en Haití, en Brasil, y en cada país también hay grupos, etnias que hablan otras lenguas, aunar una mirada que abarca tantos millones de personas con tantas culturas y lenguas distintas, es un desafío enorme. Y manifestado en el equipo, integrado por gente de las tres entidades, aunque todos hablamos español, igualmente fue un desafío. El primero, venido por tratar de definir qué entendemos por periodismo, qué vamos a entender como periodista, que parece ser obvio, pero no es igual en todos los países. Fue una conversación transnacional, a través de Zoom, reuniones semanales. Fue un desafío, pero también fue un aprendizaje colectivo.

¿Cómo lograron recabar la información en un territorio tan amplio?

Todos contribuimos con todo, inicialmente nos separaríamos por sectores, pero al final hicimos una investigación colaborativa que tuvo varios aspectos. Por ejemplo, un aspecto fue elaborar una encuesta que se distribuyó a través de organizaciones de periodistas y de periodistas desplazados, que contestaron más de 100 personas. Esa encuesta nos permitió tener antecedentes cualitativos respecto de por qué se desplazaron, cuáles fueron los desafíos, cómo fue la recepción en los países de acogida, qué políticas se podrían aplicar para mejorar. También se utilizó el reporteo clásico, es decir, consultar fuentes y organizaciones que ya tenían números, investigaciones, fuimos país por país, tratando de aproximarnos a un número de periodistas desplazados. En el cruce de todos estos datos, identificamos que 913 periodistas, de 15 países latinoamericanos, fueron desplazados en la región, entre el 2018 y el 2024. También logramos establecer cuáles son los periodistas que más desplazan o los mayores focos de peligro para los periodistas en sus países, los países de acogida y los desafíos de este desplazamiento.

¿Les sorprendió este número?

Nos sorprendió, porque es un número alto. Había algunos indicios de cientos de periodistas, por lo que había pasado en Nicaragua, por lo que estaba pasando con Venezuela, pero este es un periodo acotado de tiempo. Entonces, sí es un número sorprendentemente alto.

¿Qué lectura le dan a esa cifra?

Somos periodistas, aportamos los antecedentes, las voces de los propios desplazados. Creo que las interpretaciones, ojalá las hagan y estén en manos de muchas otras personas. En términos generales, yo podría decir que el deterioro de las democracias liberales ha traído también un deterioro del trato y el respeto por el ejercicio del periodismo y de los periodistas. Otra fuente también, aunque menos estudiada, es el crimen organizado y las bandas. Hay periodistas que se ven obligados a desplazarse o a exiliarse por causa de las amenazas y asesinatos que comete el crimen organizado, que también es otro fenómeno que da cuenta del deterioro del sistema democrático.

¿De qué manera considera que el periodismo de investigación y esta investigación aportan a modificar la realidad?

Los periodistas tenemos que mantener a raya el deseo de modificar la realidad. Porque modificar la realidad no depende del periodismo. Lo que depende del periodismo es mostrar los hechos y mostrar lo que está ocurriendo en las realidades. Son las sociedades las que pueden modificar la realidad una vez conocidos los antecedentes. A veces los cambios se demoran años. Hay periodistas que han muerto después de publicar hechos y no se modificaron las realidades que publicaron. O a veces incluso ha habido retrocesos. Ver que la realidad no cambia como uno quisiera es una constante frustración. Pero, el hecho de que no haya cambio inmediato, no quita el hecho que ningún cambio puede producirse sin verdad. Entonces, parte de lo que aportamos es poner a disposición de las sociedades las verdades hasta donde nos es posible capturarlas y verificarlas y difundirlas. De ahí, son otros y otras los que tienen que hacerse cargo.

¿Qué rol cumple la investigación periodística en contextos de coerción de libertades?

El periodismo siempre ha jugado un rol fundamental y, por lo tanto, también es blanco de ataques. Si uno mira lo que está pasando en Gaza, uno de los blancos preferente de la fuerza de ocupación son los periodistas. El asesinato de periodistas es físico en los momentos de mayor autoritarismo o violencia. Pero también hay otras formas de matar y también hay otras formas de acallar a los periodistas: acosándolos, amenazándolos, poniendo en riesgo sus fuentes de trabajo, amenazando a sus familias, denostándolos. Y esas formas de menor intensidad que la muerte física se producen en todo momento, en todo lugar, en toda la sociedad, incluso en sociedades con mayores garantías democráticas.

Por lo tanto, me parece que, como periodistas, junto con hacer nuestra labor e investigar los asuntos que nos parecen importantes que la sociedad conozca, también tenemos que hacernos cargo de investigar, solidarizar y promover el cuidado de los periodistas mismos y del ejercicio del periodismo, en todo momento y lugar.

¿Cómo se lidia con la opresión en el ejercicio de la investigación periodística?

En los países desarrollados hay programas de apoyo a la salud mental, de talleres de seguridad personal, de resguardo, políticas, leyes que resguardan el ejercicio del periodismo. En nuestros países (Latinoamérica, el sur global), esos son lujos que no tenemos. Yo creo que el mayor riesgo y perjuicio al que están expuestos los periodistas es la salud mental. Muchas veces reporteamos asuntos que son altamente traumáticos para la sociedad. En Chile, por ejemplo, todo el reporteo de lo que fue la dictadura, la violación a los derechos humanos, más actualmente, los abusos a los niños, los secuestros de menores, el narcotráfico y otros episodios, son altamente dañinos para la salud mental y normalmente, los periodistas no reciben ningún tipo de cuidado en esos aspectos. Hay que tomar conciencia de la necesidad de hacerlo y, ojalá, que estuviera a cargo de organizaciones o que las propias universidades tocaran el tema, sería un avance.

Y, en lo personal, ¿cómo ha sido a lo largo de su trayectoria?

Ha sido una cosa que ha evolucionado con el tiempo. Inicialmente, yo no tenía ningún resguardo ni ninguna conciencia de la necesidad de resguardar mi salud mental, física, emocional. Así que estuve expuesta a muchas cosas, trabajaba mucho y muchas horas, vivía y respiraba periodismo. Pero en algún momento me pasó la cuenta y entendí que no es una carrera de 100 metros ni 200 metros, ni siquiera una maratón. El periodismo es un oficio que hay que ejercer toda la vida y, por lo tanto, cuidarse no es una traición a la sociedad ni una renuncia a sus objetivos. Creo que esta es una tarea que hay que cumplir en colectivo.

¿Cómo proyecta su trabajo de investigación? ¿Cuáles son sus desafíos?

Han sido 40 años de ejercicio del periodismo. Me apronto a jubilar. No tengo muy claro lo que voy a hacer después, pero sí que quiero hacer cosas distintas, como usar la investigación periodística en proyectos que salen de lo convencional, como escribir teatro. De hecho, ya presenté una obra con éxito de público: “El asilo contra la opresión”.

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