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13 / 06 / 2024

El académico e investigador de la Facultad de Educación, adscrito a la carrera de Pedagogía en Educación Diferencial, ha desarrollado líneas de estudio relacionadas con el cambio educativo desde un enfoque inclusivo y de justicia social. Sus investigaciones han abordado los contextos de diversidad, el desarrollo profesional y la formación docente.

El académico e investigador de la Facultad de Educación UDP, adscrito a la carrera de Pedagogía en Educación Diferencial, Ignacio Figueroa Céspedes, es Psicólogo por la Universidad de Santiago; Magíster en Desarrollo Cognitivo por la Universidad Diego Portales; mención en Evaluación Dinámica de la Propensión al Aprendizaje (Israel) y Doctor en Educación por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Además, es experto en mediación y resolución de conflictos por la Universidad de Alcalá de Henares (España) y es parte de la indexforinclusion network dirigida por el profesor Tony Booth, de la Red Latinoamericana de Inclusión Docente (Relido) y de la Asociación de Psicólogos y Psicólogas Educacionales.

En el ámbito de la investigación, ha desarrollado líneas de estudio relacionadas con el cambio educativo desde un enfoque inclusivo y de justicia social. Sus estudios han abordado los contextos de diversidad, el desarrollo profesional y la formación docente.

Esta última línea prioriza el trabajo centrado en las interacciones pedagógicas y en la mediación en aula para la consecución de aprendizajes de calidad, centrando sus acciones en dinamizar situaciones de enseñanza y aprendizaje por medio del despliegue de propuestas formativas basadas en la noción de Experiencia de Aprendizaje Mediado (EAM), desde un enfoque dialógico. De aquí se desprenden temáticas relacionadas con la planificación, desarrollo y evaluación de propuestas formativas con docentes de todos los niveles educacionales; la construcción de la identidad profesional docente; concepciones y representaciones sobre el aprendizaje; propuestas metodológicas para favorecer la inclusión, entre otras.

  • De acuerdo con sus múltiples investigaciones, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta la formación docente en un contexto post pandemia y de constantes cambios sociales y tecnológicos?

Para contestar la pregunta es necesario reflexionar sobre la experiencia de la pandemia. Durante la pandemia, el formato de educación remota de emergencia fue ampliamente utilizado, con la computadora o el celular como mediadores de la interacción entre docentes y estudiantes. Esto generó fuertes emociones de incomodidad entre los equipos formadores, ya que la interacción pedagógica se vio frustrada, interrumpida. Como respuesta, se implementaron diversas estrategias de adaptación para enfrentar las exigencias contextuales y ampliar los recursos de interacción disponibles, como trabajos grupales y el uso de diversas plataformas digitales interactivas. El estudiantado también tuvo que adaptarse a aprender a distancia, a menudo a través de clases magistrales con cámaras apagadas y poca implicación en las sesiones, generando en muchos casos desafección. Por otra parte, al perderse la interacción cara a cara y experimentar el aprendizaje de manera presencial, desde su propia corporalidad y vivencia se evidenció la necesidad de actualizar los marcos profesionales de los equipos formadores para mantener la coherencia en su enseñanza.

Nos dimos cuenta, explorando las propias experiencias formativas desarrolladas desde el Centro de Desarrollo Cognitivo que la pandemia de Covid-19 movilizó creencias y actitudes hacia la enseñanza, lo cual también se vincula con la mediación. Las experiencias vividas de los formadores de formadores fueron nuestro objeto de análisis primario, ya que son quienes facilitan la posibilidad de aprendizaje y cambio en nuestros docentes del sistema, promoviendo su desarrollo profesional. En un contexto postpandemia tenemos el desafío de movilizar los sistemas educativos para fomentar una educación que motive al estudiantado a liderar su propio aprendizaje. Esto implica desarrollar en el cuerpo docente habilidades de interacción y mediación que permitan a los niños y niñas organizar su propio mundo dentro de una enseñanza con propósito.

Por eso que es relevante revisar el rol del docente como mediador de aprendizajes, perfilando la autorregulación del aprendizaje como una habilidad emancipadora y transformativa. En otras palabras, el aprendizaje autorregulado es una competencia relevante que permite a los estudiantes tomar la iniciativa en su propio proceso educativo, lo que resulta especialmente valioso en un contexto de enseñanza remota.

Hemos propuesto que los principios de modificabilidad cognitiva, transformabilidad y dialogismo permiten reevaluar el rol del docente como mediador, utilizando la interacción como el recurso pedagógico principal. Esto destaca la autorregulación del aprendizaje como una habilidad esencial en la era postpandemia.  Asociado a lo anterior es relevante recuperar el valor de la experiencia en todo ámbito. La experiencia de la pandemia, por ejemplo, nos enseñó muchas cosas relevantes. En pandemia estuvimos inmersos en contextos de alta incertidumbre y aun así aprendimos a adaptarnos a la enseñanza en línea, avanzando en la integración efectiva de la tecnología en el aula, también nos dimos cuenta de la necesidad de sostenernos y acompañarnos como comunidades educativas, apoyando a estudiantes y docentes que pudieron haber experimentado traumas o pérdidas durante la pandemia. Además, fue importante abordar las desigualdades educativas que se develaron durante la pandemia.

En suma, uno de los grandes desafíos postpandemia es que quienes cumplimos funciones docentes aprendamos y reflexionemos sistemáticamente sobre nuestra práctica, desarrollando una enseñanza que fomente la autonomía y, al mismo tiempo, sea sensible, inclusiva y promotora del desarrollo.

  • Según sus investigaciones, ¿qué consideraciones deben tener las comunidades educativas para construir una educación más inclusiva? 

La construcción de una educación más inclusiva requiere una serie de consideraciones fundamentales. En primer lugar, es necesario que las instituciones educativas problematicen sus respuestas hacia la diversidad. Reconocer y valorar la diversidad es crucial, ya que cada estudiante aporta fortalezas, debilidades, experiencias y perspectivas únicas que pueden enriquecer el ambiente de aprendizaje.

Además, es esencial diversificar y transformar el currículo. Este debe ser flexible y adaptarse a las necesidades e intereses del estudiantado, lo que implica necesariamente la transformación de los métodos de enseñanza, la evaluación y el material didáctico. El currículo no puede ser un obstáculo, sino que debe mostrarse como un camino, un recurso de aprendizaje.

En cuanto a la formación docente y el desarrollo profesional, es imperativo que el profesorado esté capacitado para abordar la diversidad mediante estrategias de enseñanza inclusivas, con la interacción como eje central. Es esencial construir un “profesionalismo dialógico” que permita al docente desarrollarse desde su autonomía mientras participa en su comunidad de práctica, colaborando, participando y construyendo su profesión. Esto requiere un desarrollo continuo y un aprendizaje constante de la propia experiencia, integrando teoría y práctica de manera coherente. Implica que el profesorado aprenda de su práctica y de sí mismo en un contexto compartido, creando sistemas educativos que potencien la construcción de saber pedagógico. Este enfoque se basa en la resolución colaborativa de problemas cotidianos y favorece la apropiación participativa y el desarrollo de procesos de construcción social de conocimientos.

La participación de la comunidad es un aspecto central. La inclusión no es un tema exclusivo de ciertas personas en riesgo de exclusión, sino que es responsabilidad de toda la escuela como comunidad. El profesorado, asistentes de la educación, familias, redes de apoyo y los propios estudiantes deben participar activamente en el proceso. La inclusión implica analizar críticamente sobre las propias políticas, culturas y prácticas que favorecen (o no) la inclusión.

Las políticas inclusivas son otro aspecto fundamental. Las políticas y prácticas escolares deben promover la inclusión y eliminar cualquier forma de discriminación. Esto se refiere tanto a la política general como a la política del centro, reflejada en instrumentos de gestión como el proyecto educativo institucional y los reglamentos internos, los cuales deben tener una perspectiva inclusiva. Por último, el apoyo y los recursos son esenciales. Las escuelas deben contar con los recursos y el apoyo necesarios para implementar prácticas inclusivas, a veces no se trata de un material sofisticado sino de oportunidades para crear, diseñar y aprender a construir sus propios recursos.

Hemos dicho en un artículo recientemente publicado que la inclusión no es un destino, sino un viaje. Es un proceso que requiere un compromiso constante y la voluntad de aprender, adaptarse y transformar entornos. Cada paso que damos hacia una educación más inclusiva es un paso hacia una sociedad más justa y equitativa.

Para ser un buen docente, es fundamental estar atento a varios principios y dinámicas, especialmente a aquellas orientaciones que surgen de la voz del estudiantado. Siguiendo al gran educador brasileño, Paulo Freire, no hay docencia sin discencia. En otras palabras, no hay profe sin estudiante. En ese sentido, es vital mantener una relación positiva con el estudiantado. Según nuestra investigación, los buenos profesores construyen relaciones sólidas y de confianza con sus estudiantes, mostrando empatía, respeto y un genuino interés por su bienestar y desarrollo. Ofrecen interacciones que buscan adaptarse a las necesidades individuales de cada estudiante. Aunque esto representa un gran desafío pedagógico, la diversificación curricular, la modificación de estrategias de enseñanza y la adaptación a las características del estudiantado son esenciales para lograr un aprendizaje inclusivo.

La dimensión de las creencias también juega un papel relevante. Es necesario que el profesorado establezca expectativas altas, pero alcanzables para todos sus estudiantes. Estas expectativas deben ser claras, consistentes y comunicadas de manera efectiva. En este sentido, un feedback constructivo es otra práctica importante. Interactuar de forma permanente con los estudiantes y proporcionarles retroalimentación específica y oportuna les ayuda a ser más conscientes de sus procesos cognitivos y de aprendizaje, orientándolos hacia la mejora continua.

Promover la autonomía del estudiante también es vital. A través del diálogo, es importante dar espacio para que tomen decisiones sobre su propio aprendizaje. Esto puede incluir la elección de tareas, la participación en la planificación del aprendizaje y la autoevaluación.  También, es esencial proporcionar espacios de participación seguros y apoyados. El estudiantado debe sentirse seguro y respaldado, lo que implica promover el respeto mutuo, la colaboración y un sentido de pertenencia en el aula. Estos principios y dinámicas no solo promueven el aprendizaje efectivo, sino que también ayudan a los estudiantes a desarrollar habilidades socioemocionales y a convertirse en aprendices autónomos y motivados.

  • En su investigación también ha considerado de manera relevante la voz del estudiantado. En la actualidad, ¿cuánto se escucha a las y los estudiantes para desarrollar prácticas pedagógicas adecuadas para los procesos de aprendizajes?

Escuchar la voz del estudiantado es fundamental para desarrollar prácticas pedagógicas inclusivas. Sin embargo, la realidad es que la medida en que se escucha a los estudiantes varía considerablemente de acuerdo con cada institución educativa.

En algunos contextos escolares, la voz del estudiantado se valora y se incorpora activamente en la planificación y evaluación de las prácticas pedagógicas. Los estudiantes participan en consejos escolares, grupos de discusión y encuestas, y sus opiniones y experiencias se toman en cuenta al tomar decisiones sobre el currículo, las estrategias de enseñanza y la evaluación. Esta práctica no solo mejora la relevancia y efectividad de la enseñanza, sino que también fomenta una mayor inclusión educativa. La inclusión educativa se basa en el reconocimiento y valoración de la diversidad, y la voz del estudiantado es una fuente rica y a menudo subutilizada de diversidad.

En algunos contextos, la voz del estudiantado puede ser ignorada o minimizada debido a diversos factores, como las actitudes y creencias de docentes y directivos, la falta de estructuras y procesos para recoger y utilizar la voz del estudiantado, y las presiones del currículo y las pruebas estandarizadas. Sin embargo, la inclusión educativa requiere que las escuelas y aulas sean más receptivas a las experiencias y necesidades de todo el estudiantado, no solo de aquellos que se ajustan a la norma. En este sentido, los métodos cualitativos, participativos y sensibles a la diversidad, como el uso de fotografías, dibujos, dramatizaciones y otros recursos atractivos para niños, niñas y jóvenes, pueden ser vitales para aproximarse a sus mundos desde una perspectiva receptiva y no adultocéntrica.

Mi investigación sugiere que escuchar y responder a la voz del estudiantado puede tener beneficios significativos para el aprendizaje y el bienestar de la comunidad educativa. Puede ayudar a los docentes a entender mejor las necesidades y perspectivas de sus estudiantes, adaptar su enseñanza para ser más relevante y efectiva, y construir relaciones más fuertes y positivas con sus estudiantes. Los estudiantes pueden compartir ideas sobre cómo hacer que las clases sean más accesibles, cómo mejorar el clima escolar, o cómo abordar el acoso y la discriminación.

Por lo tanto, es importante que las escuelas y los sistemas educativos hagan un esfuerzo consciente para valorar y responder a la voz del estudiantado. Esto puede requerir cambios en las actitudes y prácticas docentes, así como en las políticas y estructuras escolares. Pero, vale la pena el esfuerzo. En este sentido, la voz del estudiantado también es clave para mejorar la formación docente. Los docentes en formación pueden aprender mucho de sus estudiantes si están dispuestos a escuchar.

Los estudiantes pueden proporcionar feedback valioso sobre las estrategias de enseñanza, el manejo del aula y la relación docente-estudiante. Esta retroalimentación puede ayudar a los docentes en formación a reflexionar sobre su práctica, a identificar áreas de mejora, y a desarrollar nuevas habilidades y estrategias. Además, al escuchar a los estudiantes, los docentes en formación pueden desarrollar una actitud de respeto y empatía hacia sus estudiantes, lo cual es fundamental para ser un buen docente.

Integrar la voz del estudiantado no solo mejora la calidad educativa, sino que también promueve una cultura escolar inclusiva y equitativa, donde cada persona se sienta valorada y bienvenida.

  • ¿Cuáles han sido sus principales hallazgos en torno a sus líneas de investigación?

A lo largo de mis investigaciones, he encontrado varios hallazgos clave que reflejan tanto desafíos como oportunidades en el ámbito de la inclusión educativa. Uno de los descubrimientos más importantes ha sido el impacto positivo de las herramientas de autoevaluación institucional participativas. Estas herramientas facilitan una reflexión profunda sobre las prácticas inclusivas, ayudando a las escuelas a identificar áreas de mejora y a desarrollar estrategias efectivas. Sin embargo, la adopción de estas herramientas varía significativamente según el liderazgo escolar y la cultura organizacional, lo que subraya la necesidad de un enfoque flexible y adaptativo para movilizar el conocimiento sobre la inclusión en la escuela.

Otro hallazgo significativo se relaciona con la coenseñanza entre docentes de educación general básica y educadoras diferenciales. Hemos observado que esta colaboración en el aula está mediada por una disputa de marcos referenciales y enfoques pedagógicos. Esto genera tensiones y conflictos que dificultan el desarrollo de modalidades más compartidas de coenseñanza. Sabemos que la colaboración es clave para potenciar la inclusión, pero también identificamos desafíos críticos que requieren una comunicación abierta y formación en colaboración para ser superados.

Además, he investigado las representaciones sociales de los docentes sobre las diferencias cognitivas en colegios con programas de integración escolar. En la investigación, encontramos que estas representaciones están construidas predominantemente desde una visión patológica y esencialista de las diferencias, lo cual necesita modificarse para ofrecer mayores oportunidades de aprendizaje al estudiantado. Estos hallazgos subrayan la importancia de mejorar la formación docente en términos de conocimiento y abordaje de la diversidad, así como de rescatar la relevancia del rol docente.

También he indagado sobre los procesos de construcción de la identidad en torno a la mediación del aprendizaje, al explorar los procesos de apropiación del rol mediador docente en el contexto de una propuesta formativa basada en la experiencia de aprendizaje mediado. Esta formación focalizada en el análisis de la calidad de la interacción que las educadoras le proponen a niños y niñas ha tenido un impacto positivo en el desarrollo profesional de estas educadoras, gracias a su enfoque en la investigación-acción, comunidades de aprendizaje y la reflexión sobre la práctica, fortaleciendo sus capacidades y su comprensión de las prácticas inclusivas.

También he investigado la construcción de la identidad docente en educadoras de párvulos. Descubrí que estas profesionales experimentan un “reconocimiento ambivalente” en torno a su rol. Aunque el nivel educativo es considerado importante en el discurso de la “gran política”, en la práctica cotidiana no perciben una valoración adecuada como profesionales de la educación. Esta cuestión determina en gran parte su construcción identitaria, junto con aspectos de su vida personal que se articulan con su experiencia en la formación docente y en el trabajo. Una cuestión que me ha interesado fuertemente en el último tiempo es el valor que tiene la formación práctica en la construcción de la identidad docente, ya que en ese espacio es donde las educadoras relatan la mayor cantidad de huellas biográficas o puntos de inflexión, por lo tanto, es una instancia potente para cambiar representaciones y construir nuevas comprensiones sobre ser docente.

En conjunto, estos estudios han proporcionado una comprensión más profunda de las estrategias necesarias para promover la inclusión educativa y la justicia social. Destacan la importancia de herramientas de autoevaluación, la contextualización de enfoques inclusivos, la coenseñanza y el asesoramiento colaborativo. Estos elementos son esenciales para crear entornos educativos que verdaderamente respondan a la diversidad y promuevan una educación inclusiva y equitativa para todos los estudiantes.

  • De acuerdo con las conclusiones de sus estudios, ¿cuáles son los aportes y posibilidades de la mejora escolar?

Los aportes y posibilidades de la mejora escolar, atendiendo a una mirada inclusiva, se centran en la transformación educativa a través de la reflexión crítica sobre la práctica y la investigación-acción.

Un aspecto central es la participación abierta de todos los actores de la comunidad educativa. Esto implica que estudiantes, docentes, asistentes de la educación, familias y otros miembros de la comunidad se involucren activamente en el proceso educativo. Como hemos trabajado con el profesor Tony Booth, autor del Index for Inclusion, sabemos que la propia comunidad educativa posee un amplio conocimiento sobre su realidad. Al utilizar este conocimiento, las instituciones pueden identificar sus “puntos ciegos” o áreas de mejora y desarrollar estrategias efectivas para abordar los desafíos en materia de inclusión.

También es fundamental crear “comunidades de aprendizaje” que faciliten la colaboración y la indagación práctica en el contexto institucional. Propiciar herramientas de reflexión-acción sobre la propia práctica es clave, ya que permite al profesorado trabajar en conjunto para identificar problemas, desarrollar soluciones y guiar su propia mejora. En este sentido, necesitamos ampliar el repertorio de las instituciones educativas para favorecer el cambio y la mejora escolar, como la coenseñanza, donde los equipos de aula compartan la enseñanza. Al proporcionar herramientas y estrategias basadas en la investigación y la problematización de la práctica, es posible apoyar a las escuelas en la implementación de cambios efectivos. Desde la universidad, también tenemos la responsabilidad de ser un apoyo para las escuelas y los docentes, constituyéndonos como aliados en su reflexión y amigos críticos en su análisis institucional. Una mirada comunitaria e inclusiva del desarrollo escolar invita a construir comunidades acogedoras donde todos sean bienvenidos.

  • ¿Qué ámbitos proyecta continuar investigando y por qué?

Actualmente, estoy concentrado en un proyecto de Inserción/Enlace de la Universidad, en el cual me propuse investigar el proceso de prácticas en la formación inicial de docentes de educación infantil. Me interesa averiguar cómo construyen su identidad docente un grupo de estudiantes en formación, y cuáles experiencias generan cambios y desarrollo en dicha identidad. En particular, me interesa saber cómo estas experiencias de la práctica tensionan la imagen tradicional del ser docente.

Además, junto a la profesora Yolanda Muñoz de la Universidad de Alcalá, estamos investigando la formación práctica como una herramienta para el aprendizaje de competencias inclusivas. De manera similar, colaboramos con la doctora Mónica Pereira Dos Santos de la Universidad Federal de Río de Janeiro en el estudio de las políticas afirmativas y el rol docente en los procesos de inclusión, en el contexto de la Red Latinoamericana de Inclusión Docente (ReLIDo). Asimismo, en la carrera de Educación Diferencial, estamos explorando con el equipo las dinámicas de coenseñanza en las escuelas y el desarrollo profesional involucrado.

Indagar en la formación docente sigue siendo un tema que me entusiasma enormemente. Considero que debemos reflexionar activamente sobre el papel que tiene la formación docente, tanto inicial como continua, en la construcción de una pedagogía inclusiva. Es fundamental transformar el camino hacia ser docente en una experiencia verdaderamente transformadora, y lograr cambiar las estructuras arraigadas que perpetúan un modelo de enseñanza adultocéntrico, transmisivo y excluyente. En este sentido, vale la pena también reflexionar sobre el valor que nuestra sociedad otorga a la educación como una posibilidad de cambio y transformación social.

 

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