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Director del Instituto de Filosofía, Hugo Herrera, analiza el estallido social en su nuevo libro

09 / 03 / 2020

En solo quince días, el Director del Instituto de Filosofía escribió el texto en el que aborda la crisis política-social vivida en el país y avizora vías para darle cauce.

Octubre en Chile. Acontecimiento y comprensión política: hacia un republicanismo popular, es el título del libro recientemente publicado por el Director del Instituto de Filosofía, Hugo Herrera, y que terminó de escribir a tan solo un par de semanas del 18 de octubre.

El Doctor en Filosofía aclara que si bien nadie dimensionó con antelación la magnitud de lo que sería esta crisis, que ocurriría era algo que se podía imaginar. Dos de sus líneas de trabajo ya lo advertían, robusto material que le permitió dar comprensión a lo sucedido y a lo que vendrá.

¿Cómo se publica un libro en 20 días? ¿Esta crisis no lo tomó por sorpresa?

La redacción del libro efectivamente fue rápida, pero el libro lo preparé a partir de trabajos que venía desarrollando por la vía del ensayo político y también por el camino de la investigación. En 2014 publiqué un libro UDP que se llama La Derecha en la crisis del Bicentenario y en ese libro me concentraba en lo que estaba pasando en la derecha chilena, pero también en la izquierda. Ahí reparaba en que había un desajuste entre el pueblo y la institucionalidad política y económica. Un distanciamiento respaldado por discursos abstractos de una derecha de cuño economicista y de una izquierda que en este ensayo llamo académico-frenteamplista, que dificultaban y me parece, todavía dificultan la comprensión de la situación. Luego, por la vía de la investigación, en los dos últimos FONDECYT, he estado investigando en el tema de la hermenéutica política, pudiendo tematizar más reflexivamente y a partir de la literatura, qué significa comprender políticamente. Cuando vino la crisis del 18 y a los pocos días me propuse sacar un ensayo, porque ocurrió algo que se veía venir. En su modalidad específica creo que lo de octubre nadie podría haberlo advertido, pero la estructura de lo que estábamos viviendo, que había una acentuada diferencia entre las pulsiones y anhelos populares y las instituciones y los discursos, eso se podía prever. 

En su libro plantea que ésta es una crisis hermenéutica. ¿A qué se refiere?

Las teorías hermenéuticas, en general, reparan que la comprensión opera entre dos polos. Un polo real de la situación concreta, y otro polo más abstracto, de reglas y conceptos con los que se busca elucidar la situación. De lo que se trata en la comprensión es de entender la situación a partir de esos conceptos que tenemos. Pero todos sabemos que entre las reglas abstractas y la situación concreta hay una heterogeneidad. Los significados que tenemos de antemano son distintos del sentido de la situación. Esta heterogeneidad hace necesario ajustar esas preconcepciones a la realidad concreta. Creo que la política está puesta principalmente ante este desafío, un desafío comprensivo. Es decir, la pregunta es cómo los discursos e instituciones políticas pueden abordar lo que está pasando realmente en la situación concreta, el significado que ahí se vive y darle curso de despliegue.

A su juicio, específicamente ¿Qué es lo que no se comprendió?

Creo que el acontecimiento social y político es muy complejo, tiene muchos aspectos, requiere más estudios. Pero en términos generales, cabría reparar en dos aspectos principales de la crisis actual. Por una parte, las clases medias por primera vez en la historia de Chile son mayoritarias.  Esas clases ponen a la política ante nuevos desafíos. Las nuevas exigencias son complejas y difíciles de satisfacer. Además, creo que hay un segundo factor que no ha estado bien tematizado, pero que se ha manifestado de distintas maneras en la crisis, que es el factor territorial. Esta es una hipótesis, no tengo cómo comprobarlo acabadamente, sino solo dando indicios. En el malestar hay un factor territorial, que se percibe de distintas maneras -como el despliegue de la protesta hacia barrios acomodados, que el Metro no haya sido defendido- y que exige que al pensar las maneras de acoger a las nuevas clases medias angustiadas y a los pobres, en los sistemas político y económico, se pregunte también cómo integramos al pueblo con el paisaje. 

¿Qué herramientas le entrega al lector para comprender esta crisis?

Lo que hice en el libro fue ir descomponiendo los elementos que están involucrados en una comprensión política. Por ejemplo, le dedico un capítulo al pueblo, otro a analizar el problema del paisaje, otro a qué es comprender políticamente y otro a cómo esta comprensión ha tenido lugar de maneras felices en la historia de Chile, en las ocasiones que sí se ha logrado dar cauce a las pulsiones y anhelos populares de manera adecuada, de manera que el pueblo se siente reconocido en esa institucionalidad. Además, abordo los discursos más abstractos de la izquierda y de la derecha. Reparo en que la derecha más economicista tiene un discurso muy abstracto para entender la situación política y que invierte los términos, ya que supone que un orden económico adecuado es la base de un orden político adecuado, cuando creo que es, más bien, al revés. Si uno mira la historia, la tesis contraria es la que luce valer. Que el orden político es la base de todo florecimiento posible, incluido el despliegue económico del país. Al otro extremo hay un discurso también abstracto, que se ha asentado en cierta izquierda, que llamo académico-frenteamplista, que tiende a condenar de antemano al mercado como institución y a valorar sin límites un ámbito público deliberativo, sin reparar en el potencial de marginación, que tiene la deliberación pública, de lo raro, lo nuevo, lo diferente, en el poder escrutador y el sometimiento que ella puede llevar a cabo. Un orden político adecuado requiere tanto un Estado fuerte cuanto una esfera civil fuerte, de tal suerte que haya división del poder social y libertad, también libertad respecto de la esfera público-deliberativa.

Ante estos dos discursos, ¿a partir de qué ideas e institucionalidad es posible brindarle a la crisis una respuesta? 

Sin ser politólogo, sino, desde un análisis estructural del asunto, creo que cualquier posible salida a la crisis tiene, en lo fundamental, que realizar esa adecuación entre las pulsiones y anhelos concretos del pueblo y las articulaciones políticas por medio de discursos e instituciones. Se trata de articulaciones que atiendan al significado concreto de la situación política. En este momento el economicismo de la derecha y el discurso moralizante de la izquierda, operan como barreras hermenéuticas o comprensivas, porque son discursos muy abstractos, no se hacen cargo adecuadamente de la realidad concreta. Creo que reparar en los límites de los discursos es importante para desencadenar un proceso de comprensión política. La política no es una ciencia  en donde en virtud de un discurso que yo tenga de antemano pueda inferir lo que hay que hacer. La política, como indican Arendt o Aristóteles, es una actividad más parecida a la artística: hay que atender a la situación concreta y su significado para producir las articulaciones discursivas e institucionales en las que el pueblo pueda sentirse reconocido. Hay que entender lo que está sucediendo en la situación y poseer un talento para producir la institucionalidad y las articulaciones discursivas pertinentes. De lo contrario, se soslaya la situación y se termina actuando sin reconocimiento popular, sin legitimidad.

Luego, más en concreto, yo creo que los pactos, el social y el constituyente, son importantes. Pero tan importante como los pactos, que son un momento estático de la política, es que se desencadenen procesos de reformas. Es decir, que respecto del pacto constituyente la gente pueda ver que se está desenvolviendo un proceso continuo. Mientras ese proceso esté activado yo creo que la crisis tiene un curso de salida, porque el pueblo tiene dónde sentirse representado.

La bajada del título de su libro hace referencia al republicanismo popular. ¿Qué quiere plantear con esto?

Lo que pregunto allí es si, más allá de una crítica de las posiciones extremas, se podía hacer una propuesta positiva. Creo que sí se puede hacer esa propuesta a partir de la consideración de las condiciones y aspectos principales de la comprensión política. Se trata de una propuesta muy amplia, en la que pueden coincidir posiciones, por ejemplo, socialdemócratas y socialcristianas. Ella se articula en dos principios. Por una parte, un principio al que llamo republicano y por otra parte, uno al que llamo popular-telúrico. Al principio republicano lo entiendo, para estos efectos, como uno que aboga por la división del poder. Aquí lo que propongo es que esta división no solo sea entendida dentro del Estado, sino también entre una esfera civil fuerte y un Estado fuerte. Un Estado que controle todos los recursos económicos y el poder político concentrará el poder y tenderá, estructuralmente, a ser hostil a la libertad y, por tanto, no será republicano. También debe haber división del poder al interior de la esfera civil. Han de controlarse los monopolios y oligopolios y apoyarse a las organizaciones de trabajadores, de consumidores y a las distintas formas de agrupación de los pequeños y medianos productores. Sin embargo, las divisiones no bastan, porque solo con instituciones que dividan el poder no necesariamente hay colaboración, por lo que el sistema político está ante la exigencia de lograr la integración del pueblo consigo mismo, o sea que yo pueda decir, pertenezco a este pueblo o a esta nación porque hay un esfuerzo compartido, porque tenemos tareas que realizamos todos juntos y porque hay cosas que son de todos. Hay cosas que son de todos y que vale la pena defender. La eficacia de los esfuerzos colaborativos requiere que el pueblo esté integrado consigo mismo. Por otra parte, y a esto aludo con lo telúrico, creo que es importante que el pueblo se integre a su paisaje. Esta integración actualmente no existe. El hacinamiento de la población en Santiago, la segregación urbana, el que Santiago sea una ciudad sin paisaje, el carácter famélico de la institucionalidad territorial chilena, el abandono de las provincias, la acumulación de zonas de sacrificio, el hecho de que todos los años se quemen los campos provincianos, son partes de un mismo gran problema: la política carece de lucidez telúrica.

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