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Miguel Pérez: cuando el techo es sinónimo de dignidad

11 / 04 / 2024

Este 2024 el académico inició su segundo año en la dirección de la naciente Escuela de Antropología UDP. El director de esta nueva Escuela es Antropólogo Social de la Universidad de Chile (2008), Magíster en Desarrollo Urbano de la Pontificia Universidad Católica (2010) y, en 2016, recibió el grado de Doctor en Antropología de la Universidad de California, Berkeley.

Tempranamente realizó ayudantías y docencia, tanto en pregrado como en posgrado. De forma paralela, asumió direcciones académicas, misión que ha llevado en conjunto con su labor de investigador. Desde 2006 a la fecha ha publicado cerca de treinta publicaciones en diferentes países, entre artículos, capítulos de libros y libros.

Es autor de dos libros: “The Right to Dignity: Housing Struggles, City Making, and Citizenship in Urban Chile” (Stanford University Press, 2022) y “Casa y Dignidad: El movimiento de pobladores y pobladoras en Chile” (Ediciones Alberto Hurtado, 2023). Además, junto a Nicolás Angelcos, es editor del libro “Vivir con dignidad: transformaciones sociales y políticas de los sectores populares en Chile” (Fondo de Cultura Económica, 2023).

Sus investigaciones han examinado etnográficamente la relación entre la formación de ciudadanías, la producción de espacios residenciales, la ética ordinaria y las demandas por dignidad en Santiago de Chile.

Actualmente, se encuentra trabajando en dos proyectos: en el Proyecto Anillos “Socio-Environmental Precariousness: Cultural Economic Responses to Climate Crisis” (ATE 230065), como director y en el proyecto Fondecyt Regular (1210743) “CIVIM: Ciudadanía, Vivienda y Migración” como investigador responsable.

  • ¿Cuál fue su motivación y justificación para definir su foco de estudio?

Desde que me formé como antropólogo en el pregrado, me interesó analizar la intersección entre fenómenos urbanos y políticos. En ese sentido, estaba particularmente interesado en entender cómo la ciudad, este tipo de asentamiento social y culturalmente diverso, donde nacen distintos tipos de conflictos, son una instancia de acción política y de reivindicación de derechos para colectivos históricamente excluidos. Por ello, desde hace más de diez años he investigado etnográficamente cómo pobladores/as chilenos/as y personas migrantes que habitan en Santiago han podido configurar nuevas formas de ciudadanía y pertenencia, a través del reclamo por el derecho a la vivienda.

  • En su trayectoria como investigador, ¿cuáles identificaría como sus principales hallazgos?

Quizá uno de los hallazgos que más me interesa destacar es el rol que juega la vivienda —en ocasiones, incluso más que otras instancias como el trabajo—en la formación de agencias políticas entre los grupos populares. En América Latina y, en particular en Chile, las demandas por la casa propia han sido sumamente prolíficas en la producción de subjetividades políticas capaces, entre otras cosas, de interpelar al Estado con un lenguaje de derechos. A través de prácticas colectivas como la autoconstrucción—un fenómeno que se ha vuelto más recurrente en los últimos años a propósito de la reemergencia de los campamentos—, los pobres urbanos no solo erigen un lugar para vivir, sino también buscan posicionarse como sujetos dignos que merecen un trato igualitario por parte del Estado. Pienso, por lo tanto, que los reclamos por el derecho a la vivienda son un espacio privilegiado para mirar tanto los imaginarios y aspiraciones de los sectores populares como la forma en que ellos dan cuerpo a sus anhelos a partir de sus relaciones con el Estado y con la esfera política.

  • ¿Cuáles son las dificultades con las que se encuentra como investigador al estudiar estos fenómenos antropológicos?

El estudio antropológico de fenómenos sociales se basa principalmente en el método etnográfico, el que implica una inmersión prolongada en el espacio social que estudiamos.  Las dificultades, por lo tanto, tienen que ver principalmente con la factibilidad de llevar a cabo las investigaciones en términos del acceso que nos facilita la comunidad. Por distintos motivos, y muchas veces con justa razón, algunos grupos presentan cierto recelo al momento de recibir a investigadores, lo que como antropólogos nos obliga a asumir un compromiso ético con ellos con el fin de minimizar los riesgos que pueda conllevar nuestra inmersión etnográfica.

  • ¿Cómo surge la investigación Casa y Dignidad y qué metodología se utilizó para su desarrollo?

Casa y Dignidad se gesta como una exploración etnográfica de comités de vivienda y el movimiento de pobladores, desarrollada desde el año 2011, en el marco de mi investigación doctoral. La metodología utilizada fue fundamental, aunque no únicamente, la que detallé en la pregunta anterior: la etnografía. Por ello, la realización del trabajo de la tesis implicó participar activamente en comités de vivienda, con el fin de caracterizar los discursos y prácticas de quienes, en el contexto de la lucha por conquistar la casa propia y la vida digna, se reconocen como “pobladores/as”. En esa indagación noté la importancia de la palabra “poblador/a” en el lenguaje político que utilizaban los activistas, lo que me forzó a realizar un trabajo de archivos para intentar comprender en qué momento de la historia política chilena los pobladores surgen como un tipo de agencia específica de la clase trabajadora. Casa y Dignidad, por lo tanto, es un estudio que analiza histórica y etnográficamente de qué forma la lucha por la vivienda, tanto en el pasado como en el presente, ha permitido la construcción de subjetividades políticas entre los allegados y personas sin casa.

  • ¿En qué medida el movimiento por la vivienda del siglo XX se diferencia de las demandas de las actuales organizaciones?

Las principales diferencias entre el movimiento de pobladores de mediados del siglo XX y el que observamos actualmente, desde mi punto de vista, tienen que ver con dos aspectos: primero, con las estrategias de acción colectiva usadas por los activistas para materializar el derecho a la vivienda y, segundo, con el rol de los partidos políticos y otras organizaciones de la sociedad civil en canalizar esa demanda. Respecto al primer punto, entre finales de los 1940s y 1973 el movimiento de pobladores se gesta fundamentalmente a través de las tomas de terreno y los procesos autoconstrucción. Actualmente, las organizaciones de pobladores que están más activas y que tienen mayor notoriedad reúnen, preferentemente, a allegados que suelen vivir en condiciones de hacinamiento en casas de parientes. Ellos anhelan una vivienda subsidiada más que autoconstruir sus viviendas en campamentos, lo que marca una diferencia importante respecto a lo que ocurría antes. Si bien notamos una reemergencia importante de los campamentos en los últimos años—un fenómeno que ha estado acompañado por la presencia creciente de migrantes internacionales en estos espacios—, sería difícil sostener que las tomas actuales sean resultado directo del movimiento de pobladores como sí lo fue en el siglo pasado. Esto me lleva a hablar del segundo punto de diferencia, el que dice relación con el papel de las organizaciones de la sociedad civil. A mediados del siglo XX el movimiento de pobladores tenía una vinculación orgánica con los partidos políticos. Ello se traducía, por ejemplo, en que los líderes de los campamentos eran militantes activos del PC, el PS o el MIR y que solían responder a las directrices partidarias. En la actualidad, sin embargo, esa vinculación parece más difusa. Si bien hay pobladores que son militantes de estos u otros partidos, no podemos sostener que la política formal dirige o, al menos, tiene un peso importante en el movimiento de pobladores.

  • ¿Cuáles son los ámbitos que cree necesario profundizar y continuar investigando?

Uno de los aspectos que ha capturado mi atención en los últimos años, por su novedad, es la creciente diversificación cultural de los campamentos producto de la migración. Las casas y barrios que emergen en este proceso presentan una morfología muy distinta a la que estamos acostumbrados, ya que muchos migrantes han comenzado a construir sus viviendas con materiales sólidos ante la imposibilidad de postular a subsidios habitacionales. Como resulta evidente, ello hace necesario no solo comprender de mejor manera cuáles son las expectativas, aspiraciones e imaginarios de estos residentes, sino también desarrollar políticas públicas que puedan responder a las necesidades que allí emergen.

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