Gracias a su vínculo con el exrector, Manuel Montt Balmaceda, el rector Carlos Peña y diversas personalidades de la Universidad Diego Portales, y atraído por la libertad académica del plantel, el Premio Miguel de Cervantes (2012) llegó a la UDP donde, poco a poco, se tomó distintas salas y espacios. Así se transformó en “Director Fantasma” de la Escuela de Literatura Creativa, en autor distinguido de Ediciones UDP, Profesor Emérito (2003) y expositor permanente de uno de los espacios más significativos de la Universidad: la Biblioteca Nicanor Parra.

Para recordar este vínculo, en 2022, la UDP presentó el especial “40 años/ 40 Parras”. Con múltiples materialidades, este sitio web reunió las distintas facetas del autor: su obra literaria, su trabajo como académico y su propuesta como artista visual. En definitiva, una ventana que permite conocer documentos inéditos y noticias en torno al artista. Del mismo modo, Cultura Digital, repositorio del contenido cultural producido al alero de la UDP, profundiza en la vida y obra del autor, develando los alcances de uno de los referentes más importantes de la literatura chilena y latinoamericana.

Parra, la muerte de un referente  

Nicanor Parra mantuvo una amistad genuina con distintos intelectuales de la UDP.  Quienes lo conocieron atesoran su sagacidad y curiosidad constante. “Nicanor Parra era inteligente, mordaz, sorprendente. Me llamó la atención su lucidez y la capacidad de jugar con uno, de entrar en el diálogo, de escuchar. Te hacía entrar en su juego. Eso me dejó impresionado”, comenta Rafael Gumucio, escritor y director del Instituto de Estudios Humorísticos UDP, quien conoció al poeta en 2002.

“Era interesante escucharlo, porque tenía una cantidad de reflexiones y pensamientos del mundo que trascendían incluso su escritura. Estoy agradecido de haberlo conocido, de haber estado con él (…).  Con su muerte se perdió un referente muy grande. Es difícil vivir sin él. Ahora, surgirán nuevos Parras. Por ahora, el momento está en los poetas solemnes, los poetas históricos, los poetas líricos. No es el momento de los anti poetas”.

Rodrigo Rojas Bollo, académico de la Escuela de Literatura Creativa, también preserva distintos recuerdos del autor de Cancionero sin nombre (1935). Según dice, una de las imágenes más entrañables para él se remonta a su participación como alumno de un seminario dedicado a Shakespeare que era tutelado por Parra: “Una vez al año, en abril, lo visitábamos y él nos hacía una clase en el jardín de su casa. Siempre era una clase en torno a Hamlet y recitaba, analizaba la obra, la vinculaba con otros elementos. En realidad, era una clase muy importante y él tenía una entrega muy generosa”.

“Era en su patio, debajo de un manzano. Para esa época las manzanas estaban ya maduras. Unas manzanas amarillas, pequeñas, deliciosas. De hecho, él cosechaba manzanas y las tenía en un canasto de mimbre como oferta para los alumnos. Era muy importante lo que sucedía ahí”.

El académico vuelve a escarbar en su memoria y comenta que, en cierta ocasión, acompañó a Parra a visitar una casa en Estación Central. Éste era un sitio especial y había sido arrendado por el poeta hace muchos años atrás, cuando Violeta y su madre Clarisa se instalaron en Santiago. “Las personas que la estaban ocupando nos dejaron entrar. Parte de la casa estaba clausurada, porque había sido dañada con el terremoto, pero entramos de todas maneras. En esas piezas todavía estaban los mismos catres que habían usado. Fue un momento emocionante. Ver a Nicanor viajar hacia su pasado y tratar de entender su llegada a la ciudad desde esa perspectiva”.

Más allá de estos recuerdos, el académico también expresa que la obra de Nicanor Parra “se construye en torno al respeto a la libertad y a la sospecha”. Entonces, dice, “en tiempo de intolerancia, en tiempo en que necesitamos aceptar nuestras contradicciones, sospechar de las soluciones fáciles, la obra de Nicanor Parra es muy importante”.

“Poemas y antipoemas tiene una vigencia y una frescura increíble (…).  En esos poemas todavía se pueden ver quiebres e irrupciones de voces, de discurso oral y, en ese sentido, la poesía se abrió. También se volvió, de alguna manera, más inclusiva, porque rompe el eje dominado por Neruda. Entonces, amplía la experiencia del lector y permite que se desarrollen nuevos tipos de poética”.