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15 / 09 / 2023

La comunicadora es académica de la Escuela de Periodismo, investigadora del Laboratorio Digital y de CICLOS de la Facultad de Comunicación y Letras. Desde allí ha realizado la producción de la serie documental “Juventudes en resistencia” (Fondo de Fomento Audiovisual 2021) y, en el contexto de los 50 años del golpe militar, participó en el proyecto UDP “Vestigios: Menores de 18 años víctimas de desaparición forzada en Chile”, viodeoinstalación inmersiva que estará en exhibición en el Centro Cultural La Moneda, hasta el próximo 5 de noviembre.

Ha sido editora, directora de medios, revistas y series de TV y su trabajo de investigación se ha enfocado en la etnografía visual, lo que le ha permitido profundizar en las transformaciones socioculturales en Chile. En esta línea surge la galardonada serie de televisión “Chile Íntimo. La vida privada del siglo XX”.

En esta entrevista la investigadora habla de sus proyectos y de la investigación como la base y sustento de la divulgación de la vida e historia de Chile y su gente.

  • Recientemente, en el Centro Cultural La Moneda, fue inaugurada la muestra inmersiva “Vestigios”. ¿Cómo surgió el proyecto y cómo fue su proceso de investigación?

“Vestigios” surgió del proceso de investigación para detectar una temática que, como Universidad, aportara a la reflexión y a la memoria en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. Ese proceso partió en julio de 2022, y conformamos un pequeño equipo con la periodista Carolina Zúñiga, directora del Laboratorio Digital de la Facultad de Comunicación y Letras, más el historiador Manuel Vicuña, director del Centro para las Humanidades.

Primero, realizamos una serie de entrevistas en profundidad a personas claves en los derechos humanos durante la dictadura: abogados/as, asistentes sociales, archivistas y organizaciones. Ahí apareció un grupo etario olvidado, desconocido, que eran los menores de 18 años víctimas de desaparición forzada. Sí estaban consignados en el Informe Rettig y en algunas bases de datos o planillas Excel. En esta fase nos planteamos el objetivo de conocer a sus familiares directos y, a través de estos, conocer también aspectos biográficos, cotidianos e íntimos de estos adolescentes. En total eran 51, solo nueve eran militantes o simpatizantes de un partido político, sus edades iban entre los 11 y los 17 años, vivían en distintas ciudades del país, desde Iquique hasta Osorno. Con ellos la represión de la época aplicó una especie de razzia social, eran adolescentes pobres del campo, de la calle, de poblaciones vulnerables de la época, algunos asistían a la escuela, eran lustrabotas, trabajaban en las ferias libres, suplementeros o realizaban labores agrícolas.

Gracias a la investigación de archivos, principalmente de los de La Fundación de Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, más expedientes judiciales y archivos de prensa, escribimos perfiles preliminares de los 51 adolescentes. En paralelo trabajamos en cómo contar estas historias, historias de horror que involucran a menores, tomando en cuenta también que era relevante pensar como audiencias relevantes como las juventudes de hoy y su vínculo con el golpe de Estado.

El invierno pasado con la académica Carolina Zúñiga participamos de un congreso internacional sobre nuevas narrativas digitales. En unas de las ponencias conocimos el trabajo de un equipo de diseño australiano que utilizaba un formato inmersivo para contar las historias de vida de los refugiados que llegan a su país. Belongings consistía en la proyección a escala humana de seis personas, en blanco y negro, sentadas en unos taburetes que se movían y miraban un objeto que tenían en sus manos. Hasta que una persona conectaba su celular a una red de WiFi del lugar y éste funcionaba como un puntero, un control remoto, que permitía elegir a uno de estos refugiados/as y esa persona se ponía de pie, ahora estaba a color, y contaba su testimonio mirando a los ojos al espectador. Su voz se escuchaba en el teléfono y ahí comenzaba una conexión y experiencia íntima, inmersiva.

Un par de meses después vimos que este formato era muy pertinente para nuestra temática y grupo etario. Podríamos contar historias de medio siglo atrás con las nuevas tecnologías del presente. Además, el dispositivo narrativo que utilizaban de pertenencias con un alto valor simbólico, en este caso era extrapolable a las huellas que habían quedado de estos adolescentes 50 años después, pequeños objetos guardados por sus familiares como reliquias, por eso llegamos a la palabra Vestigios. Contactamos al estudio australiano Distil Immersive, quien accedió a hacer una coproducción con la Universidad. Trabajamos durante un año, gracias a las videollamadas, donde aprendimos las metodologías de su formato, mientras ellos se impregnaban de la historia del golpe de Estado en Chile, de estos adolescentes y luego de las mujeres que darían su testimonio, a las que ellos denominan contribuyentes.

La segunda etapa de la investigación correspondió a la búsqueda de los familiares. Trabajé con una base de datos de la Subsecretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia. No había contactos de los familiares, direcciones, nada cómo ubicar a sus padres o a sus familiares cinco décadas después. Su escasa militancia política acrecentaba el anonimato de estos adolescentes. Abogados/as de distintos lugares de Chile, agrupaciones de derechos humanos o personas dedicadas a las historias locales, o simplemente contactos con personas claves en algunas regiones permitieron empezar a urdir los lazos para contactar a los familiares sobrevivientes, quienes en muchos casos nunca habían sido contactados por nadie en 50 años. Hicimos viajes a regiones para buscar en terreno pistas de sus vidas, varias veces sin éxito. Algunos expedientes judiciales consignaban antiguas direcciones a las que fui, increíblemente algunas aún estaban vigentes y pude encontrar así a hermanas de más de setenta u ochenta años que siguieron viviendo en las casas de sus padres y cargando el peso del luto, inconcluso de este hermano adolescente detenido desaparecido o ejecutado político, cuyo cuerpo nunca ha sido encontrado.

Entrevistamos a familiares de varios adolescentes, algunas de las cuales no querían hablar pese a las cinco décadas transcurridas. Finalmente, trabajamos con un grupo de seis de mujeres hermanas y sobrinas. Dos son de Santiago, las otras de Osorno, Curarrehue, Paine y Melipilla. Dos de estos adolescentes tenían militancia política, Uno era suplementero, otro estudiante y trabajador agrícola. Luego, realizamos una serie de entrevistas en profundidad, en las que desarrollamos la confianza para conocer la intimidad de sus hogares, sus grupos familiares y volver a los recuerdos, a la brutalidad de los hechos del pasado. En conjunto, con participación también de familiares, construimos un guion que condensaba la historia de estos adolescentes, a partir de un vestigio, la que fue registrada individualmente por un equipo fílmico con gran experiencia en testimonios y documentales, en un ambiente íntimo y protegido, donde a pesar del dolor de sus relatos, en esta activación de su memoria emotiva, se sintieran contenidas y seguras. Ese proceso se realizó en varios días de rodaje y ensayo.

Este material audiovisual lo enviamos a Australia, y en dos meses de trabajo Distil realizó la programación y montaje audiovisual de lo que hoy se presenta en el Centro Cultural La Moneda, junto a otros elementos gráficos en la sala. A mí me importa mucho la estética de los proyectos en los que participo, hasta el último detalle, así como los formatos, todo es contenido. Todo el proyecto se encuentra en vestigios.udp.cl

  • ¿Qué fue lo más complejo a la hora de trabajar con los familiares de menores víctimas de desaparición forzada?  

 Así como existe la memoria transgeneracional también el dolor transmitido de generación en generación. Para muchas, el hecho de recordar, lo que prácticamente hacen a diario, les activa el dolor, la angustia permanente de no saber qué les pasó realmente a sus hermanos o tíos, y por supuesto, no poder hacer el luto requerido. Sin cuerpo no hay luto. Por lo tanto, uno debe ser cuidadosa al hablar con ellas, establecer confianzas, tener tiempo para escuchar, más que para preguntar a veces, asesorarse psicológicamente, tanto evitar la revictimización como también el autocuidado de enfrentarse por mucho tiempo a historias de brutalidad, muy dolorosas, con las que uno se resiente y empatiza por supuesto con las víctimas, pero que no puede hacerlas propias.

  • ¿En qué medida el uso de las nuevas tecnologías permiten trabajar en proyectos relativos a la memoria y los derechos humanos? 

Me parece que “Vestigios” es una prueba constatable y exitosa de que las nuevas narrativas digitales pueden brindar experiencias que nos hacen ponernos realmente en el lugar del otro. Además, las nuevas tecnologías nos permiten interactuar, archivar y activar la memoria, la memoria personal y la memoria social. Todas las formas, tanto clásicas como experimentales que permitan construir diálogos, experiencias y relatos con perspectiva de derechos humanos es un aporte a nuestra cultura, a las sociedades y a la democracia. Los derechos humanos no atañen solo al pasado, se ponen en juego todos días.

  • ¿Qué nuevos proyectos tiene pensado desarrollar? ¿Qué parte de la vida e historia de los chilenos y chilenas cree que hace falta rescatar?

Voy a retomar la fase final de la webserie de cuatro capítulos “Juventudes en resistencia”, que es sobre jóvenes activistas y las emociones que los mueven: una joven vegana, dos hermanas gemelas que encabezaron las evasiones masivas en el metro y siguen en el activismo social y político en sus universidades, un joven transmasculino no binarie, y un encapuchado que partió en el activismo en el liceo, luego fue parte de la primera línea para el Estallido y hoy promueve el activismo espiritual.

Como parte del Laboratorio Digital nos mueven varias ideas. Trabajamos con la premisa de que lo que se graba o se registra hoy, al día siguiente son los archivos del futuro. Me sigue interesando la vida cotidiana, entender y ver cómo vivimos, cómo nos movemos por la ciudad, que nos haces felices y que nos angustia. Por eso mismo me interesa continuar el documental web “La crisis puertas adentro”, un proyecto sobre los grupos medios que comencé en pandemia, pero que la idea es actualizarlo ojalá cada dos o tres años.

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